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La evaluación como instancia de aprendizaje

María Azucena Gandulfo Granato
María Azucena Gandulfo Granato
Profesora y capacitadora
Instituto Superior de Formación Docente N°14 de Lincoln, Buenos Aires, Argentina

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La evaluación es aplicable a distintos campos de la actividad humana, pero en este artículo sólo se hace referencia al ámbito educativo.

La evaluación es un proceso que permite emitir un juicio de valor acerca de la práctica de enseñanza-aprendizaje.

La evaluación del alumno se considera parte de la innovación; debe ser formativa o en proceso y permitir la creación de otros medios de expresión, recurriendo a metodologías diferentes a las tradicionales. Debe permitir la reflexión y ser utilizada para identificar avances y retrocesos. También es importante que el docente tenga una mirada reflexiva acerca de su propia clase.

Dado el carácter dinámico de los procesos innovadores, la evaluación del alumno supone acompañar todo el proceso de enseñanza y no sólo el final del mismo. La evaluación se debe desarrollar de manera sistemática y continua, permitiendo ajustar, cambiar o plantearse nuevas estrategias que el docente crea más apropiadas para su forma de trabajo.

La evaluación proporciona información valiosa tanto al docente como al alumno, porque muestra los resultados de un proceso y advierte sobre los comportamientos a seguir, tanto del evaluado como del que evalúa. Debe ser una labor constante y entenderse como un procedimiento de orientación y ayuda personalizada.

¿Qué criterios se deben tener en cuenta para evaluar? Quizá muchos de los que se estimulan y aplican en el transcurso de los talleres (las clases deberían funcionar como talleres), como el respeto por el pensamiento ajeno, la distensión e iniciativa, confianza, seguridad e interés por aprender, de forma que el alumno esté interesado en saber. Se debe evaluar de acuerdo a cómo se enseña; no se puede estimular una forma de construir un conocimiento y luego pretender que el alumno responda lo que el profesor quiere escuchar.

Es difícil aceptar y asumir una evaluación basada en la confianza, respeto y comprensión que nada tiene que ver con la calificación del alumno, sino con las actitudes que asume. Se considera que no es un espacio de sufrimiento sino uno en el cual el alumno es consciente de las competencias que ha desarrollado.

En el proceso evaluativo es fundamental la reflexión y la autoevaluación. Se debe fomentar durante todo el proceso de enseñanza y aprendizaje.

El filósofo Mario Bunge señala: “Es fundamental la formulación de preguntas precisas, para las cuales no existen respuestas definitivas, y ello simplemente porque no existen preguntas finales.”

La evaluación por preguntas dirigidas al alumno, si bien es un recurso básico y amplio, según como se presenten, brinda la oportunidad y crea la necesidad de recurrir al pensamiento intrínseco, al sentido común, a tomar conciencia de que se necesita ampliar la información, reconocer la importancia del otro para proyectar, para decidir, para vivir.

En la evaluación por preguntas, la primera que realiza el docente, debe ser amplia, general, libre de condicionamientos y temores. Tiene que ser orientada a la necesidad de búsqueda de mayor información permitiendo al docente una visión general y particular del conocimiento impartido, y una actitud de esfuerzo del evaluado por dar respuesta a lo solicitado. Para ello, éste deberá recurrir a su sentido común, organización mental e imaginación o creatividad, para dar una respuesta.

La segunda pregunta debe facilitar al docente el registro de lo que el alumno ha aprendido y cómo lo transfiere a nuevos contextos. Ahí se puede afirmar que la enseñanza y el aprendizaje cumplen su función y el alumno tendrá la oportunidad de relacionar lo aprendido a situaciones vividas, conocidas o de referencia, y encontrar sentido y razón a instancias que antes no veía.

La tercera pregunta debe permitir al docente descubrir otras cuestiones que le interesan al alumno sobre el tema tratado, de forma que pueda expresar su opinión sobre cómo se sintió durante el trabajo compartido con sus compañeros (presencial o en línea) y sobre las dificultades o satisfacciones que tuvo durante el mismo. El alumno, con esta forma de trabajo, tiene la oportunidad de reflexionar en soledad y, a su vez, compartir criterios e ideas con sus compañeros, ampliando conocimientos y afianzando vínculos y sentimientos.

En relación a la evaluación de la enseñanza es necesario revisar ciertos aspectos, como la previsión de los contenidos a enseñar, su presentación, las formas de intervención y la evaluación de los instrumentos y su aplicabilidad.

Lo expuesto hasta aquí responde al conocimiento, experiencia y criterio del equipo que trabajó en la elaboración del texto; pueden existir otras ideas y experiencias factibles de ser compartidas o tener otros criterios y experiencias; todas aportarán al mejoramiento de la educación. Lo importante es la contribución a la formación del niño, del joven y del adulto a través de consensos y nuevas ideas. Todas, bienvenidas sean.

Por María Azucena Gandulfo Granato, María Angélica Inda y Graciela Coronel. Para mayor información sobre el proyecto educativo de las autoras, comunicarse a: mariaazucenagandulfo@gmail.com